Teatro: Littoral

Toujours la mer…

Antes de comenzar a escribir sobre ésta obra, gracias Dani, por recomendarme 2 horas y 40 minutos de emocionante representación artística.

Littoral es, si simplificamos hasta el absoluto, el resultado de dos sentimientos provocadores fundidos. El sentimiento de la muerte de otros. De la muerte de quien te dio la vida, de quien se va y te deja sin anclajes en el mundo en el que vives, de quien al irse te deja sin guión en el papel que te toca interpretar en la película que tú mismo diriges. Y Littoral es el sentimiento de la guerra. De lo que ella provoca en cada alma y de cómo cada ser se enfrenta a ella. De ponerle nombre y cara a todo lo que ella conlleva, de sobrevivir al odio, de querer contar la historia para que el sufrimiento no haya sido en vano…

A estos dos hechos, que evocan emociones tan personales como universales, se unen ideas más abstractas y de diferente interpretación que se quedan en un papel secundario como son la madurez emocional, la memoria histórica, la amistad y el amor.

La sinopsis de Littoral no se puede hacer. Sólo podré decir que empieza con la presentación de Wilfred y del momento en el que, encontrándose en el éxtasis de la pasión, recibe la llamada que le avisa de la muerte de su padre. A partir de ahí, y con un montaje impecable, me encontré un escenario con el sentimiento hecho poesía.

Quizá la lectura de sobretítulos tenga la desventaja de hacer que te pierdas parte de la interpretación de los actores pero, para mí, tuvo una gran cosa a favor: que en ningún momento me evadí, porque todo el rato estuve leyendo la perfección estética narrativa de los sentimientos que en mi interior me provocaban las palabras francesas que no era capaz de entender.

Wajdi Mouawad dirige dos horas y cuarenta minutos sin cortes, sin más cambio de escenario que el bajar una pared de cartón. Dejando atrás los “flashbacks” para dar paso a la capacidad de interpretar en un mismo momento y lugar tres conversaciones distintas, tres momentos distintos o tres épocas de la vida diferentes. Espacios y tiempos fundidos pero diferenciados a la vez.

Me emocioné. Y cuando salí fuera del teatro Valle Inclán y seguía emocionada pude comprobar que mis apreciaciones no eran las mismas que la de otros espectadores. Mi entendimiento no se fue a las ideas sociales o al intento de crítica del mundo. Se quedó en la mera historia personal del niño que crecía de golpe y asimilaba su sueño, su caballero salvador, su imaginativo amigo cazador de penas, dentro de su alma, y aprendía así a vivir con unos principios que consideraba ajenos y se transformaban en lo que él era y sería hasta que, como su padre, terminara muriendo. Y me quedé con las narraciones de horror y muerte que la guerra deja individualmente en cada persona. Porque el sufrimiento no se debe medir en números, sino en historias.

El teatro… Ese momento en el que si te equivocas no se para, no vuelve a sonar el golpe seco de la claqueta para comenzar a grabar de nuevo…Puedo decir que ayer asistí a un teatro como nunca antes había visto…

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