Uno de los innumerables detalles que captaron mi atención en la excepcional película Avatar fueron los gigantescos robots que utilizaban los militares para luchar.
Se trataba de una clase de robots en cuya parte superior se alojaba una persona que a través de una especie de sensores que se acoplaban a sus brazos y piernas, lo manejaba como si formara parte de su propio cuerpo.
Aunque incluso a mí me pareció disparatado pensarlo, salí de la película considerando que no estábamos tan lejos de conseguir esta tecnología.
De hecho hace poco pude corroborar esta afirmación, cuando descubrí el mundo de los exoesqueletos.
Se trata de utilizar los músculos de un robot y manejarlos con la mente humana. Una especie de traje con motores y sensores que reproduce los movimientos del usuario pero con mucha más potencia y resistencia.
Sus aplicaciones son infinitas, se podrían destacar las del campo de la medicina (prótesis, rehabilitación…), pasando por el salvamento de personas en catástrofes, o por su uso militar.
