Ana de Rusia es una de las figuras políticas más extravagantes de la historia rusa. Su nombre completo era Ana Ivanovna y vivió entre 1693 y 1740. Principalmente es recordada por su extraño sentido del humor y la diversión. Era una persona fea y de conducta brutal, una autócrata que odiaba la lectura, el ballet y la música, pero amaba las bromas pesadas, las peleas cuerpo a cuerpo entre guerreros y los juegos más violentos.
Cuentan los cronistas que al despertarse, la emperatriz de Rusia contemplaba en su habitación, desde la cama, un espectáculo grotesco de mimos, enanos, bufones, paralíticos y retrasados mentales que actuaban para ella. Por orden de la emperatriz debían bailar, cantar, hacerse tropezar, golpearse y escupirse, entre otras cosas desagradables.
Si alguno de los artistas caía al suelo agotado, la brutal emperatriz rusa ordenaba a sus hombres que lo apalearan hasta que recuperará el aliento. A todo esto, se reía a carcajadas y disfrutaba cada minuto de esa tortura como si fuera un entretenimiento común y corriente.
Una emperatriz ocupada en otras cuestiones
Más abocada a la bebida y a las bromas que a las cuestiones de estado, Ana de Rusia llamaba a su séquito de artistas y bufones en cualquier momento del día. Los personajes más habituales de su deforme comitiva eran Beznoika (conocida como Mamá sin piernas), Daryushka (Giganta sin manos) y Garbuchka (la jorobada).
Uno de los historiadores resaltó que el interés de Ana por la fealdad y la aberración eran justificados por la soberana como “un interés por los misterios de la naturaleza”; aunque los relatos cuentan que más bien era una forma de burlarse de aquellos que no habían sufrido accidentes, enfermedades o simplemente eran muy feos para los cánones estéticos de la época.
Las peleas de mujeres lisiadas y el lanzamiento de enanos
En los momentos en los que su séquito no la entretenía, Ana de Rusia organizaba peleas de mujeres lisiadas. Estas mujeres se tiraban de los cabellos hasta hacerse sangrar y podían llegar a quitarse la vida unas a otras. Pero sin dudas el entretenimiento mayor lo constituía el lanzamiento de enanos. Eran partidos en los que se lanzaban enanos contra un muro para ver cuánto resistían. Una verdadera atrocidad.
Como gobernante, Ana fue muy autoritaria. Activó una policía secreta que utilizó durante todo su reinado para aterrorizar a los oponentes de sus políticas y, desconfiando de la nobleza rusa, va alejando poco a poco a todas las antiguas familias de las posiciones de poder. Su gobierno estuvo signado por la guerra de sucesión en Polonia y por el enfrentamiento con los turcos.
Ana de Rusia no tuvo hijos, y nombró heredero a su sobrino-nieto, Iván Antonovich. Será recordada por gobernar en una época de expansión rusa hacia los límites del sur del imperio, pero su rasgo más llamativo será siempre el de la corte de enanos, bufones, deformes y paralíticos que la entretenían y le generaban risas y carcajadas. Fría, incapaz de mostrar compasión y poco culta, es una de las referencias principales de la decadencia de los zares rusos.