No toda fotografía tiene porqué ser centrada

Es muy común ver que cuando uno fotografía es tomada, se busca centrar todos los componentes que en ella aparecen de modo que todo quede distante de una imagen central, sea de una persona o un elemento, a veces con gran espacio por encima o por debajo, con el único fin de que se note o sobresalga la figura central.

Si bien ese recurso puede ser utilizado para fines informativos o descriptivos o incluso hasta narrativos, no hay que abusar de él. Esta actividad suele ser corriente en artistas novatos a la hora de fotografiar personas, familias o un instante determinado.

Por lo general estas fotos no causan mayor impresión, y excepto que queden en algún marco, son guardadas o pasadas de largo como alguna foto mas de álbum de casamiento.

Por el contrario, cuando la foto rompe con esta estructura centralizadora, cambiando el ángulo, el plano, la luz, o una modificación de la ubicación de la figura, nos detenemos a mirar, a observar, a ver que nos llama tanto la atención.

Una fotografía tomada desde un primer plano, pero que no se centra en los ojos, sino a lo mejor en la pera, un plano entero pero con la persona mirando hacia atrás, o un plano general visto desde arriba, rompen absolutamente con esa quietud de un plano centrado.

Todas estas miradas otorgan a la fotografía un dinamismo mucho más natural, mucho más real y nos muestra que algo está sucediendo, que la foto no es solamente muestra o enumeración de elementos artificiosos de la realidad en un momento dado creado para guardarse, sino que todo momento también es arte, que en nuestro cotidiano, todo lo que nos rodea puede ser arte, todo depende del punto de donde se lo mire.

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