El impacto en el conocimiento del ser humano

Aunque actualmente las ilusiones ópticas son un fenómeno conocido por todos y han inventado imágenes curiosísimas que nos confunden y además nos divierten, el impacto que han tenido sobre el conocimiento de nosotros mismos como seres humanos, no es menor.

Recordemos que en algún momento de nuestra historia, la ciencia se desarrolló gracias a la férrea creencia de que la realidad era aquello que podíamos percibir a través de nuestros sentidos. Y cualquier otra explicación al respecto era absolutamente descartada y considerada casi esotérica.

En nuestros días, sabemos que los sentidos humanos son fáciles de engañar y confundir, pues nuestro procesamiento de información visual, auditiva y quinestésica depende en gran medida de nuestras necesidades y motivaciones.

Por ejemplo, imaginemos a un enfermo alcohólico entrando a un bar. Ahí dentro hay una gran cantidad de estímulos: la música, los meseros, las mesas, las sillas, los cubiertos, las personas bailando, los vestidos de las chicas, los cuadros colgados en las paredes y un largo etcétera. Sin embargo este personaje adicto al alcohol solo podrá ver la barra, las botellas y las copas. Digamos que esto último será para él la figura, y todo lo demás pasará a formar parte del fondo: algo sin forma, que ha quedado al margen de su percepción.

Lo mismo ocurre con una imagen que genera una ilusión óptica. El hecho de que la interpretemos de una u otra manera depende de nuestra motivación interna.

Todo lo anterior parece un fenómeno sencillo, sin embargo el alcance de estos descubrimientos, sobre todo en el entendimiento de la psicología del ser humano, es enorme.

Los psicólogos han podido, a través de estas premisas, dilucidar cómo las personas con rasgos neuróticos, depresivas o con trastornos de la personalidad tienen una percepción del mundo rígida y reducida a unos cuantos elementos del ambiente; y que por otra parte las personas sanas tienen mayor flexibilidad para incorporar más elementos del fondo en la formación de sus figuras (necesidades). El extremo contrario sería el caso de los niños o adultos con TDAH, quienes son distraídos por una gran cantidad de estímulos sin poder distinguir entre la figura y el fondo, en virtud de lo cual su comportamiento se torna inestable.

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