Las imágenes ocultas, los significados secretos y las ilusiones ópticas llevan fascinando al ser humano desde hace siglos.
Algunos utilizaban estas imágenes para dar un halo de misterio a los carteles donde se podían leer los productos con supuestas características milagrosas que tenían. Estos carteles atraían a cientos de curiosos que eran seducidos no solo por la música y la invitación a observar las demostraciones, sino también al efecto que producían los citados carteles. Estos estaban muy estudiados, pues quien los pintaba sabía que gran parte del éxito o el fracaso del producto sería el resultado de lo atrayentes que fueran las imágenes.
Por esta razón, los circos han sido en muchas ocasiones lugares dedicados al entretenimiento basándose en el misterio de los personajes que anunciaban sus tablones. El ilusionismo ha sido una constante en estos espectáculos, tanto que en muchas ocasiones han ensombrecido las actuaciones de otros profesionales más arriesgados, como domadores y acróbatas, o más divertidos, como los payasos.
Los humanos siempre nos hemos atraído por lo insólito, lo misterioso, la ilusión. Por eso las labores de prestidigitadores, ilusionistas y farsantes en general han sido históricamente algunas de las más lucrativas.
Los efectos de luces, música y rapidez con las manos han llenado millones de butacas en espectáculos, aún sabiendo que lo que se está observando no es más que un truco, una ilusión óptica muy bien estudiada a veces organizada con el único interés de entretener y otras pensada para engañar a todo el que alcance a verlo.
Como resultado de la observación, estos expertos en ilusiones ópticas han ido evolucionando con el paso de los años, y hoy no suelen viajar de una lado para otro con una carreta llena de cacharros para vender, pero eso no quiere decir que los ilusionistas hayan desaparecido.