Tenemos la costumbre de poner mucha atención en el tiempo entendido en su dimensión temporal más allá de su calidad. Pero cuando conocemos historias de personas como la de Juana Chox Jack que el próxiimo mes de noviembre celebra su 121 cumpleaños, entonces, la admiración es automática por lo extraordinario de este tipo de casos. Es poco frecuente que una persona supere esa barrera de edad, más bien, parece algo propio de la ciencia ficción.
Una vida intensa marcada por la dureza
La vida de Juana no ha sido fácil. Se casó dos veces. En la primera ocasión contrajo matrimonio a los quince años y quedó viuda dos años después. Fruto de esa relación nacieron dos hijos que ya murieron. Se casó de nuevo a los 29 años de edad y tuvo siete hijos. Quedó viuda en el año 1964.
Su niñez tampoco fue fácil: «Sin amigas ni juguetes, su distracción era el pastoreo de ovejas y de chivos». La señora es analfabeta pero tiene una gran sabiduría de la vida y esa es la mayor de las experiencias. Cuando era niña se levantaba a las 3 de la mañana para preparar el desayuno para sus hermanos que se iban a trabajar recogiendo maiz.
La protagonista de la noticia es indígena maya kaqchikel que tiene una larga descendencia de hijos, nietos y bisnietos que muestran la riqueza vital de una prolífica existencia. Entre los achaques propios de la edad, Juana ha perdido capacidad auditiva. Lo cierto es que a esa edad el verdadero milagro sería estar viva y no tener ningún tipo de dolencia.
El secreto de la inmortalidad todavía sigue siendo un misterio. Quién sabe si la tristeza del adiós sea mayor todavía al haber superado los 120 años de edad y haber visto una transformación global en el mundo. Sin duda, desde el nacimiento hasta ahora, Juana Chox ha viajado a través del tiempo sin necesidad de máquinas de ciencia ficción.
