Es mucho lo que se puede decir en cuanto a los sentidos, de forma que tengamos que analizar lo que vemos para creer.
Dentro de estas naturales y archiconocidas expresiones sensoriales, nos encontramos con las ilusiones ópticas, transformadas casi en íconos populares tras los experimentos de la psicología de la Gestalt y de las famosas imágenes que nos entregan informaciones capciosas (el jarrón-rostros, la joven-anciana, etc.)
Por supuesto, y como suele suceder casi siempre, hay teorías que están detrás de los fenómenos y que nos ayudan a explicar el porqué de las cosas. Así, en el plano de las ilusiones ópticas, aparecen leyes que definen estas “rarezas perceptivas” y que ilustran la forma en que se producen. Leyes como la del cierre, del contraste, la Ley general de figura y fondo, de proximidad y similitud, son explicaciones teóricas a estas fantasías sensoriales. Cada una de estas leyes da cuenta de un carácter distinto de nuestra estructura cerebral y cognitiva y nos acerca a nuestro mundo emocional y así, tal vez, nos entregue alguna pauta acerca de cómo somos realmente.
Sin dudas, se trata de un campo riquísimo en conocimiento y que, de todas maneras, resulta muy interesante para todo quien desee aprender un poco más de sí mismo. Pues, en conclusión, no siempre “hay que ver para creer”.