Los misterios del Caballo de Troya

El Caballo de Troya forma parte de los relatos mitológicos más populares de la historia occidental. Si bien es cierto que hubo una guerra que duró 10 años entre los griegos y los troyanos, expertos sostienen que en realidad no hubo una gigantesca escultura con forma de caballo sino un ariete. El misterio del Caballo de Troya sirve para remarcar que “si una mentira se repite varias veces, se puede convertir en verdad”. ¿Por qué dudan de la existencia de este enorme caballo de madera que ha sido retratado en dibujos animados, películas y toda clase de historias?

El ariete de Troya

El misterio del Caballo de Troya bien podría resolverse si se piensa que en realidad, lo que se llevó hasta las puertas de la ciudad fue un ariete. Esta era un arma de guerra que se utilizaba para destruir las puertas de acceso de las fortalezas. Los detractores del mito del Caballo de Troya sostienen que en realidad lo que se hizo fue construir un ariete cuyo frente representaba a un caballo. Esto era para facilitar el traslado y retrasar lo más posible el ataque de las fuerzas enemigas.

En el pasado, la palabra caballo también se utilizaba para designar este tipo de armas. Además de caballos, los arietes podían construirse con formas de animales para ocultar su utilidad. Pero este no es el único misterio sobre la leyenda de Troya.

La ira de Poseidón

Sobre la desaparición de la ciudad de Troya y la eliminación de casi cualquier rastro de su existencia, los creyentes en la antigua mitología creen que se debió a la ira de Poseidón. El Dios del Mar habría desatado su furia en forma de maremotos, tormentas y terremotos para eliminar cualquier rastro de Troya del mundo conocido.

El caballo era el animal predilecto y símbolo de Poseidón. Por eso, cuando los griegos tomaron la ciudad, el dios habría decidido destruirla para poner fin de manera definitiva a un conflicto que se extendió por casi una década. De este último misterio es mucho más difícil hablar porque la existencia de los dioses es materia de la religión, no de la historia. Sin embargo, la realidad es que hubo muy pocos restos de Troya que se pudieran encontrar y analizar.

El descubrimiento de Troya

Fue un arqueólogo aficionado de origen alemán, Enrique Schilemann, quién encontró lo que sería la ubicación de la ciudad de Troya. En 1868 empezó una expedición en la zona donde, según La Ilíada, habría estado la ciudad. No encontró nada, pero siguió intentándolo. En 1871 inició una excavación en Hisarlik, una pequeña colina cerca de las costas del Mar Egeo, y allí encontró ruinas de la época neolítica y otras cuatro, la más antigua datando de la Edad de Bronce. Murió convencido de que era Troya.

Su ayudante, Dörpfeld, identificó una séptima ciudad de forma consecutiva, aún más antigua. Sin embargo, era mucho más pequeña de lo que decían los textos mitológicos. Apenas 139 metros por 183. Constaba de apenas unas 30 o 40 viviendas. ¿Habrá sido ese el único resto de la legendaria Troya?

Estos misterios de la historia dan cuenta de lo intrigante y misterioso de los relatos mitológicos. Quizás nunca se hallen pistas sobre la existencia de Troya y su devenir en la historia, pero siempre quedarán los entusiastas y aventureros que querrán saber más.

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