Starcraft 2: Wings of Liberty

Starcraft 2 es un juego bélico de estrategia en tiempo real al igual que su predecesor, y guarda con él diversos elementos en común: siguen siendo tres las razas que luchan por el dominio del universo (Protoss, Terran y Zerg), se sigue necesitando recolectar minerales y gas vespeno para construir armadas, y el juego online sigue siendo extremadamente competitivo. El quid de la cuestión se encuentra, como siempre, en los detalles. Al ser este un juego de estrategia construido sobre un título prácticamente perfecto y equilibrado, cualquier mínimo cambio traerá multitud de consecuencias en el campo de batalla. Una unidad nueva, una habilidad adicional o cambiar detalles tan nimios como los costes de una unidad ya existente obligarán a los veteranos de la saga a replantearse por completo sus estrategias, y eso es exactamente a lo que se ha dedicado Blizzard: a ajustar todavía más y hacer más espectacular un juego que apenas necesitaba cambios. Trazando una comparación, sería el equivalente de que alguien se propusiera crear un ajedrez 2 con nuevas fichas y distinto tablero. Una herejía en el terreno de los juegos de mesa, pero que funciona a las mil maravillas en el terreno videojueguil, insuflando aire nuevo a un clásico y, por qué no decirlo, también bastantes dosis de adrenalina y quebraderos de cabeza a la hora de trazar planes y emboscadas.

El resultado de todo eso es, para empezar, un multijugador tan competitivo como el de su predecesor y todavía más frenético y espectacular si cabe: Blizzard son conscientes del inmenso negocio que hay detrás del juego online y de las competiciones de Starcraft a nivel profesional, con ligas retransmitidas por televisión y premios millonarios en países como EEUU o Corea del Sur, por lo que aunque todavía queda algún que otro parche para equilibrar definitivamente el juego online, este sigue siendo sin duda una de las grandes bazas del título y un más que digno heredero del Starcraft original.

Por otra parte, tenemos el modo historia que viene a ser prácticamente otro juego aparte. Si en el componente online Blizzard ha optado por la prudencia y el equilibrio perfecto de fuerzas y debilidades de los distintos ejércitos, en el modo historia es cuando han decidido soltarse la melena y dedicarse a meter todo aquello que no tenía cabida en el online. Habilidades especiales, héroes, mercenarios, misiones secretas… el modo de un jugador es una auténtica obra maestra pero tiene poco que ver con el multijugador: mientras este último es cerebral y preciso, el modo historia apela a la visceralidad y los sentimientos demostrando que la filosofía que se ha empleado detrás de su creación se resume en¿Y por qué no?»; creando una campaña genial y extensa cuyo único defecto es una historia un poco más simple que la de su predecesor y un final poco conclusivo.

En resumidas cuentas, las expectativas eran elevadísimas, la apuesta arriesgada y competir contra su predecesor, casi un suicidio. Pero como pasa en las batallas de este Starcraft 2, al final Blizzard ha triunfado aun teniendo casi todo en contra. Bravo por ellos.

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