Carancho

Carancho es una película del hiperrealista director argentino Pablo Trapero. El principal problema es que cuesta entender a los actores argentinos a veces hablar (incluso a Juan Diego Botto que lleva toda la vida en España) por eso hay películas en las que no «entras» tanto en la trama. En este caso también ocurre, pero no es trascendente ya que el diálogo no es lo que prima en esta cinta.

¿Y cuál es el punto fuerte de Carancho? La imagen. Una imagen acompañada de un sonido estridente, de una música que rompe totalmente con el momento, del ruido de la calle y del sonido de cada situación. Una imagen que te mantiene en tensión en tu asiento, que te hace girar la cara, que te llena de angustia y te provoca un extraño estado de ansiedad. Una imagen que transmite una historia que está basada en situaciones reales… Ricardo Darín es Sosa, un abogado sin licencia que trabaja para un turbio despacho de abogados que pretende sacar dinero a las aseguradoras de manera ilícita. Se enamora de María Gusmán, quien interpreta a Luján, una médico agotada por un sistema falto de recursos, que trabaja tantas horas que en su cara sólo se refleja cansancio, lo que me lleva a una puntualización: la mujer de Trapero creo que está encasillada en el papel de persona que vive en un drama constante. De hecho, en la única imagen feliz de la película me cuesta creermela.

La historia de amor de los dos queda en un auténtico segundo plano que le hace tener tintes particularmente cursis y que queda sobrepasada totalmente por la violencia de lo que ocurre.

Es una peli para ver, pero no para repetir.

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