Crítica de Hysteria: un vibrador que deja fría

Sin llegar a aportarte nada más que algunos datos históricos si que es un buen producto para pasar el rato.

En Inglaterra, a finales del siglo XIX, cuando la mujer se encontraba en esa fase del movimiento sufragista que estaba a punto de marcar los cambios de la historia, el doctor Joseph Mortimer Granville inventó el vibrador. Y lo hizo para calmar lo que entonces se consideraba histeria en la mujer, y se representaba en cambios de humor, irritabilidad, volatilidad, y un caracter que, simplemente, se salía del rol que cada una debía tener en ese momento.

La invención no fue en pro de la mujer ni pensando para nada en cómo ayudarla a ella. Fue porque, médico como era, se puso a trabajar en la consulta de otro doctor que curaba esta patología a base de masajes pélvicos. Con calambres en las manos por exceso de trabajo encontró la manera de sustituir «la mano del hombre» por el aparato eléctrico.

Hysteria es una comedia divertida que, aunque tenía un gran poder en su esencia para desarrollar una gran historia, se queda en la superficie. No se trata de la invención o no del vibrador, pues eso es sólo una excusa para hablar del papel de las féminas en aquella época y de como las que pedían tener un puesto más igualado al de los hombres eran, simplemente, tratadas de locas. Pero, tristemente, la cinta se queda un poco en la anécdota, aunque si es cierto que el papel de la revolucionaria, de la mano de Maggie Gyllenhaal, es lo que más aporta al desarrollo de la narración y en donde más se puede encontrar la parte más intensa del mensaje que se podría mandar y no se manda.

El doctor Mortimer es un guapo Hugh Dancy que tiene una actuación correcta acompañada de una preciosa sonrisa y él y la hija «histérica» del médico para el que comienza a trabajar (la sufragista) comienzan a desarrollar una relación con una excelente tensión sexual no resuelta que le da bastante vidilla a la película. Gracias a esto la mente del propio Mortimer comienza a evolucionar pasando de estar del lado de los que piensan que la mujer es lo que es y punto, a idealizar a su nueva amiga y sus pensamientos críticos y radicales con la burguesía british más acomodada.

Sea como sea, Hysteria provoca sonrisas y es entretenida, aunque la directora Tanya Wexler no haya podido explotar el potencial que podía surgir del trasfondo de la invención de un aparato que, en esencia, empezó a cambiar la condición de la sexualidad femenina y con ello, y casi sin quererlo, su coyuntura social.

 

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